jueves, 8 de julio de 2010

Nervios, prisas y mucha gente en busca de un lugar en la UNAM.

Es el sábado cinco de junio del 2010, son las siete de la mañana. El Colegio Simón Bolivar ubicado en Av. Río Mixcoac 125 a unos 500 metros de Insurgentes Sur, se prepara para recibir la visita de miles de aspirantes de nuevo ingreso a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Ya hay al menos un centenar de personas formadas en una desordenada fila, hermanos, novios, amigos, etc., quienes acompañan fielmente a sus queridos.
En la puerta de ingreso al colegio hay seis personas que portan una chamarra azul y un gafete a la vista de todos. Son los voluntarios que se encargarán de la recepción de documentos, además de orientar e informar a los aspirantes sobre cualquier tema pertinente. Desde temprano, las dudas asaltan a los estudiantes quienes reuquieren del servicio de los "azules".
- ¿A qué hora nos dejarán entrar?
- Al cuarto para las ocho
Posteriormente más aspirantes aparecen de todas partes, la fila se hacía más y más larga por lo que fue necesario reacomodarlos en cinco filas distintas, cada una comprendía un rango de números de folio que en la hoja de inscripción se podía apreciar. Un par de minutos después, uno de los voluntarios se encamina hacia la multitud para decirles algo:
- Los aspirantes que no traigan fotografía a color y una copia de su identificación no podrán presentar el examen.
Como si tal informe equivaliera al Apocalipsis, aquella larga y cautelosa fila comienza a dispersarse de manera sorpresiva. Los rostros de algunas (muchas) personas empiezan a pasar de esa alegría y ansiedad por obtener los aciertos requeridos, a una preocupación y nerviosismo pro pensar en que ni siquiera podrían presentar el examen. Los hijos buscan a sus acompañantes para comentarles el problema, una joven delgada de cabello rizado le grita a su madre:
- Maaaa, me hace falta una copia de mi identificación.
- ¿Quéeee?
- Que me falta una copia de mi identificación.
- Y ahora cómo le hacemos, te dije que revisaras una y otra vez tus papeles.
La mamá se traga los regaños para apoyar a su hija, comienza a voltear a todos lados en busca de alguna papelería con fotocopiadora disponible. Voltea a la izquierda y escucha "plumas, lápices del dos y medio, gomas de migajón", voltea a la derecha, "lleve sus tortas y tamales", voltea hacia atrás y contempla el rápido caminar de otros padres que se encuentran en la misma situación. "Una papelería por aquí, ¿dónde hay una papelería cerca?", preguntan en voz alta, pero las respuestas eran desoladoras, "hay una acá a una cuadra, pero abren a las nueve".
Eran apenas las 7:15am, la situación era incómoda y preocupante. Los aspirantes se mantenían en sus respectivos lugares mientras los padres y acompañantes buscaban por doquier al salvador de sus problemas. Cada minuto que pasaba representaba un paso más hacia la desilusión, los corazones latían cada vez más rápido y la solución no aparecía por ninguna parte.
Por otro lado, los aspirantes que no tenían ningún problema con su documentación se mostraban serenos y relajados, unos más que otros, claro está, pero se percibía en ellos mayor seguridad y un ambiente menos hostil, al parecer en sus mentes sólo se vislumbraba la idea de dar su mejor esfuerzo para quedar entre los afortunados seleccionados de la UNAM.
De repente, un joven volutnario solicita atención.
- Es importante que tengan a la mano su comprobante de inscripción, así como su fotografía y una copia de su identificación. También se les recuerda que no podrán pasar con mochilas ni nada ajeno a las herramientas básicas. Por favor apaguen sus celulares o de preferencia entréguenselo a algún acompañante.
Inmediatamente después de este aviso, el caos que ya existía se torna mayor, la joven delgada de cabello rizado busca como loca a su madre, no la encuentra y decide sacar el celular para marcarle. Poco después esta aparece con una cara de tristeza y desesperación por no haber conseguido una fotocopiadora abierta a esas horas de la mañana. Sin embargo, como caído del cielo un padre de familia se acerca para murmullar:
- Parece que en la casa donde venden las tortas van a sacar copias, ¿por qué no va a ver?
Sin pensarlo dos veces la mamá va corriendo a la puerta de esa casa, donde ya hay unas siete personas delante de ella. Una rubia aspirante a la carrera de Historia comenta que la señora de la casa (cuya función era en principio vender tortas) entró a ver si podían usar una impresora como fotocopiadora, las personas que esperaban ponían "changuitos" para recibir una respuesta afirmativa.
La respuesta fue sí, pero cada copia a cinco pesos, "a diez o a veinte te la pago" comenta la madre, y la lluvia de credenciales comienza a arreciar.
Como por arte de magia los comerciantes han descubierto una nueva manera de obtener ingresos en un día tan especial. La venta de alimentos y útiles escolares era buena, pero el negocio que una simple impresora podía proporcionar parecía ser mucho más redituable, total, al mexicano siempre le gusta complicarse la vida.
Eran alrededor de las 7:42am cuando la mamá de la joven rizada aparece ante la ya inmensa fila de aspirantes, para darle a su amada hija la maldita fotocopia.
- Señora por favor sólo los aspirantes pueden estar aquí.
- Ya lo sé ya lo sé, nada más le voy a dar su fotocopia.
Al momento de la entrega de ese documento, los rostros de ambas féminas abandonaron ese estado de tensión y miedo, para acoger nuevamente a la tranquilidad y el ansia por presentar tan importante examen. Poco a poco se despidieron y ya relajadas continuaron con el protocolo.
Fue al diez para las ocho de la mañana cuando los "azules" abrieron las puertas para permitir el paso ordenado de los aspirantes, un par de filas ya doblaban la esquina; los comerciantes gritaban más fuerte "plumas, lápices del dos y medio, gomas de migajón". Los estudiantes se despedían de sus acompañantes y recibían palabras de aliento y señales de apoyo. Los voluntarios revisaban rigurosamente a cada uno de los estudiantes, quienes cumplían los requisitos pasaban sin problemas, quienes no, como bien lo advirtieron eran rechazados.
Poco después de las 8:20am, al menos la mitad de los formados estaba dentro de la escuela, otros aun esperaban su turno para pasar, mientras que otros desafortunados (o irresponsables) continuaban con celular en mano y la mirada preocupada, a la espera de que sus acompañantes llegasen pronto con la solución a sus problemas.
La chica ya no salió ni se comunicó con su madre, por lo que ésta decidió abandonar el colegio para ir a tomar un café a algún restaurante aledaño. En su camino, observó que la fila de las copias en la casa de las tortas era enorme, siguió caminando y a una cuadra de distancia una papelería ya había abierto. La historia era la misma, una larga fila de aspirantes y/o acompañantes a la espera de obtener el documento faltante, una simple y ridícula fotocopia.

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